Girona.
Con Girona me ha pasado como con otras ciudades que he descubierto sola, en viajes de trabajo. Se convierte la propia ciudad en mi acompañante.
Se generan vÃnculos con sus calles, con sus gentes, los caminos empiezan delante de mà y la ciudad marca mi rumbo.
Los viajes en solitario son tristes: la soledad de la habitación de hotel, las comidas sin compañÃa, momentos para pensar, todo se dramatiza un poco más, lo malo se engrandece, lo bueno se obvia.
El mimetismo de la ciudad conmigo y el mÃo con ella ayudan a neutralizar esas sensaciones.