El atropello.
Una chica entra en la comisarÃa, apresurada.
– Buenos dÃas, dice sin mirar a nadie en concreto.
Un policÃa, veterano, levanta la mirada de sus papeles y responde el saludo. Ella se queda callada.
– ¿Y en qué puedo ayudarla?, añade él.
– Quiero poner una denuncia.
– SÃ, dÃgame, de qué se trata.
– He sufrido un atropello.
– ¿Cómo dice? Oh, por favor, venga por aquÃ, siéntese, ¿se encuentra bien?
La chica no aparenta daños, pero el policÃa sabe que a veces pueden no ser apreciables a simple vista. Toma rápidamente un bloc para anotar lo que ella le cuente.
– Gracias. Pues… no mucho la verdad. Ya sabe. Su aire es afectado y toma asiento donde le indica el policÃa. Está a punto de echarse a llorar.
– TranquilÃcese. ¿Quiere un vaso de agua? Sin esperar respuesta le sirve agua de la máquina dispensadora en un vaso de papel. ¿Cuándo ha sido?
– Gracias. Ayer por la noche.
– ¡Vaya! Y ¿cómo ha tardado tanto en venir, mujer?
– Bueno, usted ya sabe cómo son estas cosas. Pasan unas horas hasta que reaccionas y te das cuenta. Ella habla resignada, dolida.
– ¿Darse cuenta? Pero… ¿No ha sufrido daños? El policÃa deja de escribir en su bloc. La mira extrañado.
– Uy, sÃ, muchÃsimos, hágase a la idea, después de tanto tiempo, asÃ, de sopetón. ¡Estábamos tan bien! A ratos su discurso es más indignado.
– ¿Dice que estaban bien antes del atropello?
– SÃ, perfectamente. Todo el mundo lo decÃa. Escriba eso.
– Disculpe señora, pero no entiendo nada.
– Eso mismo dije yo, ¡eso mismo!. TodavÃa estoy intentando digerirlo, he pasado una noche fatal. Por eso he tardado en venir, ya sabe.
– No, ¡no sé! Entendà que querÃa denunciar un atropello.
– SÃ, eso es. Después de tanto tiempo, ayer me dijo que no me querÃa. ¡Que no me querÃa! Esto es un atropello emocional, ¿no? ¿Necesita los datos del delincuente? Los tengo aquÃ, anotados…
…