Romina.

Romina es rubia de bote. Pero se le perdona porque es peluquera, tiene un estilazo y más corazón del que sus (calculo) 50 kilos pueden soportar.

Ignoro si por política de empresa o porque es más buena que el pan, trata a sus clientas como si fueran sus amigas. Te hace sentir bien en sus manos. La forma de hablarte, de acariciar tu pelo, de asentir a tus afirmaciones y apoyar tus quejas. Incluso veo como, comprensiva y cariñosa, besa en la mejilla a una clienta que parece no tener un buen día.

Es algo más que un servicio de peluquería. Es un servicio de amistad entendida de una forma distinta durante una hora y media. Entras regular y sales bien. Entras bien y sales exultante. Terapia.

Siendo tales los efectos, no hay precio que lo pague.

Volveré.

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